Vagamundo Martes, 29 abril 2014

10 razones para visitar (y ser feliz en) Amsterdam

Cuando fui por primera vez a Europa, nunca estuvo entre mis prioridades visitar Amsterdam. La primera ciudad en la que aterrice, más bien, fue Munich, pero tampoco me quedé ahí, porque mi destino final fue Lisboa. Durante mi segundo viaje a Europa y estando en Newscastle, Inglaterra — la misma ciudad donde Nolberto Solano jugó para el Newcastle United — ahí se me ocurrió por primera vez viajar a Amsterdam, a bordo de un ferry en una travesía de algo más de 16 horas. La gracia me iba a costar 70 libras, una promoción para dos, solo de ida, con derecho a llevar un auto y alojado en una «cabina suite». Pero como no tenía ni auto, ni compañera de viaje, pues nada. Al final no fui.

Fachada del Hermitage Amsterdam con el logo icónico de la ciudad. Foto: Jorge Riveros-Cayo.

Fachada del Hermitage Amsterdam con el logo icónico de la ciudad. Foto: Jorge Riveros-Cayo.

Recién en 2009 pensé seriamente en viajar a esta ciudad, cuando conocí  a Ydwine, una holandesa atractiva, rubia, alta e inteligente. No importó que yo fuera chato. El amor lo puede todo (dicen). Después de una breve temporada conmigo, Ydwine continuó su viaje por Nueva Zelanda y Australia y de ahí regresó a Holanda. La comunicación continuó a distancia, pero con ciertas tensiones. Yo dije, me voy a Amsterdam, de lo contrario todo se iba por el desagüe. Al final, efectivamente, todo se fue por el desagüe, me quedé en Lima hojeando mi guía de Holanda de Lonely Planet, so lonely por cierto, preguntándome si alguna vez llegaría a visitar la ciudad de marras.

La siguiente oportunidad surgió cuando conocí a una alemana guapa en Bolivia que viajaba con su amiga. No hubo un romance, estrictamente hablando, pero digamos que la pasamos bien. Ella vive en Breda, a unas tres horas al sudoeste de Amsterdam. Después de varios meses de mails y muchas horas por Skype, le dije, «te voy a visitar» y ella me respondió «estás loco» y yo pensé «a la tercera va la vencida».  Y así fue. En setiembre de 2012 volé a Amsterdam vía París. Llegué alrededor de las 5 pm en un día de otoño. La alemana guapa me recogió del aeropuerto de Schiphol, a 20 minutos al sudoeste de la ciudad, y ahí empezó mi aventura por la que, ahora es, una de mis ciudades favoritas en Europa.

¿Y qué tiene de especial Amsterdam? Pues aparte de vender la mejor marihuana en cientos de kilómetros a la redonda en los famosos coffeeshops, o que las prostitutas trabajen legalmente, con seguro médico y pagando impuestos como cualquier ciudadano respetable en el Barrio Rojo, o que el alcalde case a parejas gay sin ningún rollo, ni complejo, ni escándalo para nadie, pues, mucho más. Su arquitectura medieval erigida en torno a una compleja pero bien organizada red de canales concéntricos ha creado una ciudad armoniosa y única en el mundo.  Amsterdam ha logrado resistir valerosamente invasiones, inundaciones, dos guerras mundiales y el embate de la modernidad de una forma bastante decente.

Eggertstraat, una de las calles más concurridas por turistas y locales en el centro histórico de la ciudad. Foto: Jorge Riveros-Cayo

Eggertstraat, una de las calles más concurridas por turistas y locales en el centro histórico de la ciudad. Foto: Jorge Riveros-Cayo

Amsterdam se ha ganado la reputación de ser una ciudad con un alto grado de tolerancia, impulsado por un valor esencial en el seno de la sociedad holandesa que ha permitido que distintas culturas y religiones coexistan en un espacio geográfico muy reducido. Así mismo, a diferencia de otras megaciudades europeas como Londres, París o hasta Madrid en Amsterdam, donde habitan 800 mil de habitantes, se percibe aún cierto grado de intimidad, como si fuera un vecindario gigante y donde todo resulta relativamente cerca y la gente es amigable aunque sin dejar de ser directos y hasta sarcásticos.

En Amsterdam me he sentido seguro, donde el mayor peligro pudo ser verme embestido por una de los 700 mil bicicletas que transitan en la ciudad. Pero nada más. Desde su fundación en 1200 por un grupo de pescadores, Amsterdam creció para dar hogar a gente de todo el mundo. Hoy en día es una urbe cosmopolita (existen más de 170 nacionalidades entre sus habitantes) con una oferta extraordinaria de arte, música, arquitectura, historia, gastronomía y mucha diversión. Será por eso que la visitan unos 15 millones de turistas al año. Es decir, casi diez veces más turistas de los que llegaron al Perú en 2013.

Si tienes pensado visitar esta ciudad en el corto o mediano plazo, lee la siguiente lista y haz click en todos los hyperlinks que me he dado la molestia de incluir, donde encontrarás mucha información valiosa. Practica tu inglés porque el español dudo que te sirva de mucho. O ponte a estudiar holandés, nu!

 

1. Los museos

Hay más de cincuenta museos en Amsterdam de los cuales cuatro son imperdibles: El Hermitage Amsterdam, situado a orillas del río Amstel, goza de mucha popularidad desde que fue abierto en 2009 y exhibe colecciones del museo original en San Petersburgo, al igual que otras obras de arte; El Rijksmuseum, es literalmente «el museo estatal», con más de 200 obras de lo mejorcito creado por Rembrandt y otros contemporáneos suyos del siglo 17 como Jan Veermer, Frans Hals y Jan Steen; el Museo Van Gogh, abierto en 1973 para exhibir las obras de Theo, el hermano menor de Vincent, pero que hoy alberga 200 pinturas y 500 dibujos de Van Gogh y sus colegas como Gauguin, Monet, Tolouse-Lautrec y Bernard. Finalmente, la Casa de Anna Frank, situado al oeste del centro histórico, donde se exhibe la habitación, el diario, fotografías y otras pertenencias de Anna, así como el anexo secreto donde esta niña se escondió con su familia durante la ocupación nazi de Holanda en la Segunda Guerra Mundial.

Consejo: Compra tus entradas en línea y con anticipación, de  lo contrario prepárate para hacer una cola larguísima que te hará recordar esa pesadilla que fue el primer gobierno de Alan García.

 

2. La Plaza Dam

Es el equivalente a nuestra Plaza de Armas solo que unos 350 años más antigua. Enclavada en el corazón del centro histórico medieval de Amsterdam, en esta plaza se construyó una represa sobre el río Amstel alrededor de 1270. De ahí su nombre. Hoy es un punto de encuentro de turistas y locales, donde se hacen ferias y festivales (desde épocas medievales) y hay carritos rodantes donde unos italianos venden hot-dogs espectaculares con un sinfin de salsas o chucrut o mostaza buenísima. La plaza está rodeada de edificios magníficos como el Koninklijk Paleis o el Palacio Real, que es la residencia oficial del rey de Holanda (aunque no viva ahí), y el Nieuwe Kerk o Iglesia Nueva, donde se han coronado los monarcas holandeses desde el siglo 15. Ahora funciona como un centro de exhibición de colecciones itinerantes. Opuesto al palacio está el Nationaal Monument o Monumento Nacional, erigido en honor a los caídos durante la Segunda Guerra Mundial. Si tienes que encontrarte con alguien de la ciudad, lo más probable es que te citen en esta plaza.

Un Cristo dorado en la Plaza Dam. Es un día cualquiera. Foto: Jorge Riveros-Cayo

Un Cristo dorado en la Plaza Dam. Es un día cualquiera. Foto: Jorge Riveros-Cayo

 

3. De Wallen (o El Barrio Rojo)

No solo de cultura e historia vive el hombre. Y los habitantes de Amsterdam lo han tenido clarísimo desde que fundaron la ciudad en el siglo 13, o cuando legalizaron la prostitución en 1810 y los burdeles en 2000. Por eso el Barrio Rojo es antiguo y muy popular entre los turistas y viajeros, especialmente los ingleses. Está compuesto por tres distritos: De Wallen, el más conocido, y también Singelgebied y Ruysdaelkade. Los estrechos callejones y vericuetos alumbrados por faroles rojos — de ahí el nombre del peculiar barrio — situados al este de la Plaza Dam y a lo largo del canal Singel, albergan a cientos de prostitutas — mujeres, travestis y transexuales — que trabajan día y noche en cabinas con luces rojas o azules. En el mismo barrio viven estudiantes, ancianos, o parejas jóvenes sin mayores conflictos. Existe inclusive un Centro de Información sobre Prostitución (o PIC por sus siglas en inglés) que ofrece toda clase de datos, información y asesoría, tanto para trabajadoras sexuales, turistas o curiosos, incluyendo guiados por los barrios. Súper interesante.

Advertencia: Si tomas fotos, es a riesgo tuyo. Lo más probable es que a nadie en el Barrio Rojo le guste la idea de salir en tu muro de Facebook. Actúa con cautela o terminarás siendo arrojado a uno de los canales.

 

4. Albert Cuypmarkt (o El Mercado)

El mercado es el alma de un pueblo. Amsterdam no es la excepción aunque sus mercados disten mucho de parecerse a los que tenemos en el Perú. La mayor diferencia es el orden con el que funcionan y los grupos étnicos que lo componen. Albert Cuypmarkt (con página web en español, aunque la traducción es graciosa) es el mercado más grande de Holanda, donde venden de todo. Frutas, verduras, carnes, pescado y mucho queso de todos los tipos y tamaños (no faltaba más), así como los populares y súper empalagosos stroopwafels, que saben a gloria si te gusta los dulces. También venden ropa, zapatos y otras chucherías. Yo me acuerdo de haber ido, por lo menos, cuatro veces a este mercado situado en el distrito de De Pijp, al sur del centro, para comer arenque crudo y otras delicias. Pero de eso escribiré en el siguiente numeral.

 

5. Gastronomía holandesa, ¿porqué no?

Los holandeses comen muchísimas papas. Hasta Van Gogh inmortalizó la predilección por el tubérculo en su óleo «Los comedores de papas». Hervidas, fritas (de las mejores, hasta en un Burger King), en guisos o en platos tradicionales como stamppot, un puré de papas mezclado con col y endibias y servido con salchichas ahumadas. No está mal. Pero también tienen otros platos como erwtensoep (sopa de arvejas), kroketten (las croquetas), especialmente bitterballen que son populares con mostaza en los bares. Me causó gracia aprender que tienen una especial predilección por los asperge, espárragos blancos, servidos crocantes, con jamón y mantequilla especialmente durante el verano. Cuando me acerqué a ver el precio en un supermercado, leí «Made in Peru», a € 7.50 el atado. No thanks. Pero quizás las comidas más interesantes en Amsterdam tengan su origen en las minorías étnicas: desde restaurantes de comida hindú (recomiendo el Balraj), de Indonesia (Ydwine me llevó al Sari Citra ¡buenazo!) o de Surinám, ambas ex colonias holandesas. Algo que sí me gustó sobremanera y que es típicamente holandés es el herringarenque. Este pescado es curado en salmuera y servido con pepinos encurtidos y cebolla blanca cruda, a € 2,50 la porción. Es una delicadeza que se remonta a la Edad Media y que no es, precisamente, del gusto de todos los holandeses en la actualidad. Lo venden al paso en el local de Volendammer Vishandel en el mercado Albert Cuyp. Imperdible.

Herring o arenque, con pepinillos encurtidos y cebolla blanca cruda, delicioso. Foto: Jorge Riveros-Cayo

Herring o arenque, con pepinillos encurtidos y cebolla blanca cruda, delicioso. Foto: Jorge Riveros-Cayo

6. Un paseo en bote

Algunos podrán tacharlo de ser cliché o demasiado turístico. Qué importa. Venir a Amsterdam y no navegar por sus canales es imperdonable. Tres millones de personas al año no se pueden equivocar. Y es además una forma alternativa de recorrer la ciudad y admirar su arquitectura, sus barrios más suntuosos y el trazo urbano desde el agua. Los tres principales canales de la ciudad — Herengracht, Prinsengracht, y Keizersgracht — fueron construidos a principios del siglo 17. En 2010, la Unesco incluyó en su lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad a la zona de canales concéntricos delimitada por Singelgracht. Y hoy en día existen alrededor de unos 200 botes de diversas empresas que ofrecen recorridos por varios de los 100 kilómetros de canales que hay en la ciudad. Es cosa de acercarse a los embarcaderos situados en las afueras de Centraal Station (la estación central de ferrocarriles), las avenidas Damrak y Rokin, o frente al Rijksmuseum para abordar. Una empresa recomendable es Blue Boat, que ofrece tours de 75 minutos, guiados y con sistemas de audio en 17 idiomas por  € 15. Si compras en línea es más barato y si vas con tu familia puedes comprar un paquete por € 39. Pero también hay una amplia gama de empresas que ofrecen tours de noche, con cena incluida o por las afueras de la ciudad.

Singelgracht o el canal de Singel declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco. Foto: Jorge Riveros-Cayo

Singelgracht o el canal de Singel declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco. Foto: Jorge Riveros-Cayo

 

7. La Orquesta Real del Concertgebouw

Si te gusta la música clásica no puedes dejar de asistir a un concierto de esta magnífica orquesta, sin duda una de las mejores del mundo. Fundada en 1888, esta agrupación celebró el año pasado 125 de existencia lo cual fue todo un motivo de orgullo para los holandeses. La orquesta con 119 músicos músicos realiza unos 80 conciertos al año en su sede, la Concertgebouw — una monumental sala de conciertos de estilo neoclásico, construido entre 1883 y 1886 — y 40 conciertos en giras internacionales. Su director principal actual es el letón Mariss Jansons quién ha dirigido la orquesta desde 2004, pero que dejará el cargo una vez concluida la temporada 2014-2015. La lista completa de conciertos para la temporada de este año se puede revisar aquí.

 

8. Bicicletear por la ciudad

Si hay un país (perdón, un reino) que tiene el ciclismo institucionalizado, ese es Holanda. Y si hay una ciudad donde hay más bicicletas que habitantes, esa es Amsterdam: 881,000 bicicletas frente a 799,000 habitantes. La ciudad cuenta con alrededor de 400 kilómetros de vías para ciclistas, lo cual resulta ideal para explorar y desplazarse por calles angostas y sinuosas. ¿Qué tienes miedo que te atropelle un auto? Por favor, no estás en Lima. En Amsterdam felizmente no existen las combis Orión. Es más, hay que temerle a los ciclistas, especialmente a los residentes — jóvenes, viejos, ejecutivos, reinas de belleza, de todo — que se cruzan la luz roja o siempre creen tener preferencia no solo frente a los vehículos, sino a los peatones. Hay tours para ciclistas y excursiones en bicicleta que puedes hacer con un agencia o por tu cuenta. Arrendar una bicicleta puede costar entre € 9 y 13 por día hasta € 30 o 40 por semana. ¡A bicicletear pues! Vean el siguiente vídeo, para que vean cómo lo disfrutan los habitantes de Amsterdam:

 

9. Los parques

En una ciudad donde abunda el agua, porque también llueve, abunda el verdor. Amsterdam tiene 28 parques públicos excepcionales y bien cuidados. El más grande es Vondelpark, abierto en 1865 y nombrado dos años después en honor al poeta Joost van den Vondel, el «Shakespeare holandés» según algunos, que tiene su monumento inmenso de bronce dentro del parque. Situado en la parte sur de la ciudad (cerca al Rijksmuseum y Concertgebouw), este parque es el equivalente del Central Park de Nueva York con 10 millones de turistas que lo visitan al año. Tiene senderos, lagunas, bosquecillos y grandes extensiones de pasto donde provoca echarse a leer un libro, ir de picnic o hacer una rica siesta. En el verano (entre junio y agosto) hay teatro al aire libre, danza, conciertos y otras actividades. Nota curiosa: hay una escultura de Pablo Picasso llamado «El Pescado» que hizo en 1965. Mi parque favorito: Sarphatipark, situado en el distrito de De Pijp, a pocas cuadras del mercado Albert Cuyp. Es más, solía ir a este parque después de comer en el mercado, para retozar echado en el pasto en medio de gente que pasea con sus perros y las miles de aves que vuelan y anidan alrededor de la laguna. Quietud bucólica en medio de la ciudad.

Sarphatipark

Sarphatipark en el distrito de De Pijp. Foto: Jorge Riveros-Cayo

 

10. Los bares

Last but definitely not least. Durante mi estancia en Amsterdam, visité y me emborraché en muchos bares geniales que hay en la ciudad, gracias a la alemana guapa, a Ydwine (sí, la volví a ver) y muchas amistades que tengo y que hice en esta gran ciudad. Nombraré los que logré apuntar: De Vergule Gaper, en una esquina frente al canal de Prinsengracht, en el barrio bohemio de Jordaan, es un café-bar al que llegué gracias a la comunidad local de Couchsurfing, donde realizan sus reuniones semanales. Alguna vez hubo una farmacia en este local, donde hay dos terrazas y una buena selección de cervezas. No me acuerdo más, pero si sé que retorne muchas veces. De Engelbewaarder, que significa «el ángel custodio», fui con una amiga y colega que conocí en Senegal en 2009. Al bar acuden estudiantes, artistas, borrachines y otros personajes, y tiene jazz en vivo. Hay buena comida y mejor cerveza. Café Americain es un lugar elegante, situado en un edificio art-deco abierto en 1902. El restaurante es bueno y caro, pero siempre está la posibilidad de embriagarte lentamente desde la barra con una envidiable selección de whiskys. No te preocupes. Se te pasará la borrachera instantáneamente cuando pidas la cuenta. Pero valdrá la pena.

Aclaración: En Holanda un café es un bar o pub; un coffeeshop, el lugar donde vas a estonearte. ¿Ya?

Reencuentro con Ydwine. Mínimo tenía que ser con un tinto. Foto: Jorge Riveros-Cayo

Reencuentro con Ydwine. Mínimo tenía que ser con un tinto. Foto: Jorge Riveros-Cayo

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Ok, lo que estabas esperando leer desde el principio de este largo texto. ¿Dónde puedes comprarte un buen huiro? Voy a nombrar un solo local al que fui un par de veces porque me gustó: Abraxas. Yo fui al primer local que abrieron en 1992 (tienen tres) en Jonge Roelensteeg 12-14 que es una callejón a una cuadra, paralela a la Plaza Dam. ¿Qué quieres que te diga? El ambiente es recontra relajado, con una decoración de mosaicos y murales pintados a mano, la música bien mellow y los sofás súper cómodos. Tiene distintos ambientes, buen café y milkshakes, y ganya de la buena. El wi-fi funciona bien, así que es un lugar ideal para ir con tu laptop y mandar emails raros a tus amistades después de fumar. Genieten!